Apuntes sobre la Xóchitlmania.
- Pablo Aguirre Solana
- Jul 6, 2023
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A mi querida Mariana Carvó
Martín Luis Guzmán en 1915 en su texto “La querella en México” escribe lo siguiente:
“Los caciques han asesinado y despojado en México durante cien años, y los gobernantes abusado y corrompido a su sabor, gracias a la cobardía cívica, a la mentira y a la adulación ambientes. ¿Qué puede esperarse de un hombre normal (habitualmente inferior a lo normal) a quien a diario se le dice que es el salvador del villorrio, o de la ciudad, o de la región, o del país, sino que a la postre lo crea él también y tome por mera encarnación del crimen a quien tal cosa niegue?
A este hombre, que se siente el salvador del villorrio, de la ciudad, de la región, o del país, porque los otros se lo aseguran y nadie pone en duda, como no sean réprobos, no se le puede negar el derecho sobre vidas y conciencias”[1]
¿Y qué tiene que ver esto con la Xóchtilmania? Creo que algo; en estas dos últimas semanas de despegue mediático y de frenesí comunicativo opositor, no deja de asolarme esta frase y esta reflexión de Martín Luis Guzmán, en el sentido en que la relaciono con: el cómo se representa, cómo se interpreta y cómo se proyecta algo de la cultura política en México. La representación de la candidatura de Xóchitl para los Xóchiltlecas (léase detractores del Obradorismo) es una especie de aire fresco o respiro a la asfixiante y maniquea arena política de alternativas, escasas y mendigas.
La interpretación de la candidatura de Xóchitl es; que puede ser una digna contrincante de la tiranía sicofante del Viejito Meado, refiere y figura ella; un tiro pugilístico brocado en hilo de oro. La proyección de la candidatura de Xóchitl, creo puede ser un hambre de creer en algo-alguien, auspiciada por una necesidad de profundización democrática y de cambios estructurales de parte de la otra mitad del país (esta que no proclama el catequismo providencial imperante Cuatrotéico) y sobre todo parte de un legado de cultura política rudimentaria que no termina de ser.
Y es en el trasfondo de esta representación, interpretación y proyección que la figura del salvador del villorrio aparece como una supra-conciencia nacional emblemática y característica de nuestra cultura política. Parecería que nuestra genealogía histórica es salvador-dependiente y no logra transcender la fatídica y crítica relación con el caciquismo. No estoy diciendo aquí; que la candidatura de Xóchitl implique otro cacicazgo, estoy diciendo que hay algo de la manera en que se plantea, se interpreta, se representa y se proyecta, tiene mucho de ello. (Un hombre/mujer normal que se convierte en salvador), en palabras de Martín Luis Guzmán.
Pienso que ante la erosión democrática evidente y ante los riesgos sistémicos, institucionales y estructurales que representa la continuación del Obradorismo, es que se reproduce este eterno-retorno de la supra-conciencia caciquil en la representación, proyección e interpretación de la candidatura de Xóchitl, del otro lado del espectro ( ¿la derecha? Dirían los apologetas del régimen).
Me preocupa que Xóchitl se vuelva la imagen “copy paste” de salvación, de la otra de imagen salvación (AMLO), solo que como su contraparte. Me preocupa que se perpetue el ánimo representativo, interpretativo y proyectivo de la salvación que encarna el hombre común, y que da pie al latrocinio como consecuencia de que un hombre encarne las voluntades populares.
Cuando se transfiere al salvador parte de la voluntad popular, simbólicamente, hay una pérdida de libertad, y de corresponsabilidad en la cosa pública, dado que esa transferencia asume que un “otro” encumbrado e iluminado por la luz popular, resolverá lo que el colectivo no puede. Perpetuando una cadenita de dependencias que implican una punzante desigualdad.
Pienso que no hay mayor desigualdad, que aquella que significa, la dependencia de un salvador para resolver lo que el espíritu del colectivo éticamente puede y debe. Tomando la idea de Weber de ética de las responsabilidades (aquella que considera la consecuencia de las acciones humanas).
Y es en esta lógica de la supra conciencia salvador-dependiente que veo más, los deseos proyectivos de una cultura política incipiente y que no termina de alejarse de su legado caudillista que de una cultura democrática que prima las libertades y responsabilidades éticas colectivas, sobre el deseo de salvación.
Habrá que ver en las próximas elecciones, qué parte de nuestra cultura política se impone: la libertaria o la caudillista. Un caudillismo que sea de paso, se vuelve más autoritario, más violento, más insustancial y más nihilista, esto es; un caudillismo que acompaña los males de la época, una época irredenta en crisis cognitivas, post- verdades incontestables, conflictos identitarios irresolutos y desigualdades materiales permanentes.
Al final, la pregunta que me hago puntualmente es hasta qué punto nuestra cultura política podrá cimentar lo que Bruno Latour llama “retomar el mundo común en un momento de retorno imprevisto a la barbarie”. Puntualmente: ¿Hasta qué punto Xóchitl podrá articular narrativa y simbólicamente los mundos, las identidades y las realidades comunes de un país partido en varios mosaicos ensangrentados de violencias y males?
Quizás en la encantadora hipocresía del mexicano y en la simulación frívola de la cultura política Xóchitl encuentre el subterfugio idóneo para articular el escenario de una gran campaña o no. Meanwhile in the tropics; el espíritu colectivo debería virar a la concordia, a la conciliación y a una profunda conversación de como curar nuestras heridas histórico-genealógicas, en vez de estar deseando la salvación Xóchilteca.
Creo ¿?
Paradójico que a 108 años de la “Querella en México” el deseo de salvación-caudillista sigua vivo en México, y eso que hablo de la derecha ¡!.
Bendito Martín Luis Guzmán.
6/Julio/2023
[1] Martín Luis Guzman. La querella de México. Editorial Planeta 2015.






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